Grises

¿Por qué la gente no lucha por lo que quiere? ¿Está demasiado lejos de su alcance eso que desean?
Es cierto que cada cual con su vida hace lo que quiere, y no es mi objetivo ir en contra de ello. Al contrario, sinceramente pienso no criticarlo. Pero a veces no comprendo a aquellos que bajan los brazos.
Pensemos motivos juntos: tal vez les pasaron cosas mucho peores que a todos nosotros, es una posibilidad. En una de esas, en su hartazgo de negatividades simplemente eligieron resignarse. O simplemente los sobrepasaron. Todo esto es tan probable como real, aunque el hecho de que sean cosas tangibles no quiere decir que sea algo sumamente aceptable.
Como decía antes, la decisión sobre cómo actuar varía en cada uno. Admiro mucho a quienes parecen llevarse el mundo por delante a pesar del montón de adversidades con el que conviven, que toman un poco de todo y sacan algo bueno. Me gusta pensar que son superhéroes, aunque su costado súper sea algo bastante simple: comprendieron que en esta vida no todo es tan malo como parece, y eso es algo increíble. Todas las cosas que nos rodean tienen un costado bueno y uno malo, y hay que saber apreciarlo.
Me gusta pensar a esto como el color gris. El color gris, más allá de su individualidad, es primero una mezcla otros dos colores, que paradójicamente son los extremos de la paleta cromática. Para formarlo, como bien saben, se debe mezclar un poco de blanco y otro poco de negro; una parte oscura y otra, opuestamente,  sumamente clara. La mezcla final tendrá la tonalidad que nosotros le pongamos de cada uno, la intención final que tengamos con ella.
Si nos ponemos a pensar, la vida está llena de cosas que atentan contra nuestro imaginario colorido, de cosas malas, de cosas grises. Aunque como venía diciendo, no me parece que estas sean el fin del mundo.
Hay que aprender a ver todo lo que nos sucede, y en esto me incluyo. No todo es la felicidad absoluta, ni una catástrofe irremediable. A veces, los puntos medios son buenos. Después de todo, de cada gris podemos sacar color.

Diego M.

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