Veintiséis -parte 1-

 A lo lejos vio venir del tren y le aterró la idea de nunca más volver a verla. Era claro que estaba en presencia del final, no era necesario ser muy vivo para darse cuenta. No era capaz de soportar una nueva desilusión, y con su fracaso, mucho menos soportar volver a verse. Seguramente también que era un pensamiento algo precipitado, y como en la mayoría de las veces, estaba exagerando. De todas maneras, sabía que en esta ocasión había llegado demasiado lejos como para volverse, una vez más, con las manos vacías y el corazón hecho pedazos. 
 Pablo estaba enamorado de Valentina desde el momento mismo en que la conoció, para ser concretos. Desde el primer momento le había parecido demasiado hermosa y, según él, tenía una sonrisa tímida que no había visto en nadie más antes. Su enamoramiento repentino fue cortado de raíz por, maldito entrometido, uno de sus amigos que, al darse cuenta de la forma en que la miraba, le sugirió que esa piba era muchas cosas, pero sobre todo imposible para alguien como él. Pablo asintió. Un poco por negativo y otro poco por realista. Sabía que su amigo tenía razón: difícilmente alguien como Valentina se fijaría en él.
 Con el pasar del tiempo logró, a regañadientes, crear y sostener una amistad bastante firme con Valentina, siempre tratando de mantener lo que sentía por ella bastante lejos. Creía que, antes que perderle el rastro y alejarla de su vida, tener una amistad ocultando su amor era bastante bueno.
Nada de esto quiere decir que pretendía quedarse callado por el resto de sus días. Incontables veces imagino el momento de decirle todo lo que sentía. Noches enteras había pasado en desvelo, tratando de encontrar la forma correcta de contarle el mar de emociones que le generaba por dentro, aunque nunca se atrevió a intentar con alguna de ellas. Y, como la mayoría de las cosas que se acumulan, el peso de sus sentimientos callados llego a hacerse insostenible.
 Buscó alternativas para escapar de silencio inquebrantable. Alguien le aconsejo que pruebe con olvidarse de ella. Si veía imposible contarle lo que le pasaba, tal vez sería bastante más factible esquivarla y alejarla de su vida. Pablo lo intento, pero no pudo. El calvario de imaginarla lejos de él era algo que no pretendía soportar, y de esa manera no solucionaba nada. 
 Se supo totalmente imposibilitado a olvidarla, y busco nuevas opciones. Después de idas y venidas, noto que la única salida posible era afrontar lo que le pasaba y decirle, de una es por todas, a Valentina lo mucho que la amaba. Al fin y al cabo, lo peor que podía sucederle era que ella lo rechace, aunque de todas maneras, se sacaría la culpa de encima. 
 Decidió poner manos a la obra, y pacto otro de sus encuentros para el siguiente martes. Incontables veces se habían reunido en alguna plaza cercana al local de ropa donde trabajaba; y para Valentina, el plan sería cualquier cosa menos inusual.
 El día llegó y a eso de las 2 de la tarde, lo encontró a Pablo en el vagón del tren rumbo a su encuentro. Habían acordado que lo esperara en la estación y, a la vuelta, lo acompañaba nuevamente hasta allí para luego ir a su trabajo. Miro a su alrededor, y le pareció genial lo que estaba por hacer, o eso era lo que suponía.

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