Hay cosas que no se hacen
La primera vez fue casi normal, nos conocimos de casualidad. Si bien había escuchado hablar de ella un par de veces, nunca la había visto cara a cara. Fue tan casual cómo impactante. Al rato de mantener el primer contacto ya se notaba que había algo. Sin embargo, esa vez no paso nada. Tampoco la segunda. Se repitió la escena, la chispa y la falta de intentos: ninguno de los dos probó romper con eso.
La tercera vez fue más bien distinta, por decirle de alguna manera, porque impactó contra de los encuentros anteriores, y con el intento de relación que teníamos. Intento, si. Porque no era más que eso, no era nada. Con el pasar de los días todo cambio, y por fin asomaba algo en el horizonte. En el suyo, para sincerarme. De mi parte trataba de evitar cualquier cosa que pudiera formarse. También lo negué muchas veces, sólo y con otra gente, verdaderamente no creía capaz de llegar a algo con esa persona. Sin embargo, me atraía, y estar con alguien "porque sí" no era algo tan malo. Que boludx.
Siguió pasando el tiempo, y esto que teníamos comenzó a tomar cada vez más forma. Aparecieron sus primeros "te quiero", que eran devueltos, tontamente, de mi parte. No es que no la quisiera, tal vez era la forma. Los fantasmas de mi pasado le ponían una barrera a lo que estábamos construyendo. Los mismos fantasmas que aparecieron, hicieron huella en nuestra relación y, para mi sorpresa, ahí se mantuvo, firme.
Pero como era de esperarse, en algún momento no dio a basto con todo esto. Con mi pasado, con mi indiferencia, y sobre todo, con mis sentimientos de mentira. Se dio cuenta de todo, a pesar que yo lo minimizara, y me advirtió que se alejaría si yo no cambiaba.
Y eso fue lo que pasó. Un día agarró sus cosas, sus te quiero y sus risas, y se fue de mi vida ignorando algo: en ese momento me había dado cuenta de todo y la quería de verdad. Pero ya no había nada que hacer, al fin y al cabo la culpa es toda mía. ¡Y guarda que se siente feo!
Con el tiempo aprendí una cosa de todo esto: hay cosas que no se hacen. Y jugar con los sentimientos de las personas es una de ellas.
La tercera vez fue más bien distinta, por decirle de alguna manera, porque impactó contra de los encuentros anteriores, y con el intento de relación que teníamos. Intento, si. Porque no era más que eso, no era nada. Con el pasar de los días todo cambio, y por fin asomaba algo en el horizonte. En el suyo, para sincerarme. De mi parte trataba de evitar cualquier cosa que pudiera formarse. También lo negué muchas veces, sólo y con otra gente, verdaderamente no creía capaz de llegar a algo con esa persona. Sin embargo, me atraía, y estar con alguien "porque sí" no era algo tan malo. Que boludx.
Siguió pasando el tiempo, y esto que teníamos comenzó a tomar cada vez más forma. Aparecieron sus primeros "te quiero", que eran devueltos, tontamente, de mi parte. No es que no la quisiera, tal vez era la forma. Los fantasmas de mi pasado le ponían una barrera a lo que estábamos construyendo. Los mismos fantasmas que aparecieron, hicieron huella en nuestra relación y, para mi sorpresa, ahí se mantuvo, firme.
Pero como era de esperarse, en algún momento no dio a basto con todo esto. Con mi pasado, con mi indiferencia, y sobre todo, con mis sentimientos de mentira. Se dio cuenta de todo, a pesar que yo lo minimizara, y me advirtió que se alejaría si yo no cambiaba.
Y eso fue lo que pasó. Un día agarró sus cosas, sus te quiero y sus risas, y se fue de mi vida ignorando algo: en ese momento me había dado cuenta de todo y la quería de verdad. Pero ya no había nada que hacer, al fin y al cabo la culpa es toda mía. ¡Y guarda que se siente feo!
Con el tiempo aprendí una cosa de todo esto: hay cosas que no se hacen. Y jugar con los sentimientos de las personas es una de ellas.
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